Un aspecto en el que incidimos, y que en otras ocasiones habíamos pasado por alto, es el del dibujo impresionista y el lugar que ocupa en el proceso del cuadro. Explicamos que en el proceso de pintar un cuadro impresionista, el dibujo es un objetivo final. Es decir, no existe dibujo previo, sino que de entrada el cuadro se plantea mediante la materialización de las manchas dominantes de la imagen, y es poco a poco cuando éstas empiezan a coger sus posiciones y afinarse cuando las formas del dibujo se definen. Incluso pudimos observar a través de múltiples imágenes, que no siquiera los contornos de las cosas se trazan, pues el empleo de un tipo de pincelada especial (pincelada gestáltica), corta y realizada a toques con una clara tendencia gestual, "dibuja" los bordes de las formas.
A la derecha de estas líneas podéis ver algunos de los ejemplos paso a paso que estuvimos presentando, para explicar el proceso impresionista del cuadro. No todos son cuadros impresionistas, pero los procesos si lo son. Se trabajan de lo general a lo particular, del caos al orden (siguiendo un estrecho paralelismo con la cosmogonía bíblica), del tono al color. Para realizar el arranque del proceso es muy recomendable hacerlo mirando con los ojos entornados, ya que esto filtra la visión y permite percibir con mas facilidad la estructura tonal de lo que estamos viendo y haciendo.
Deseo que estas recomendaciones puedan resultaros útiles. Pero ya sabéis que es imprescindible que la experiencia impresionista se realice en el natural. Delante del modelo, sin intermediarios, sin fotos, ni atajos de cualquier índole. Sólo de esta manera podéis asegurar una actuación genuina.
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